Ruta de las carreteras olvidadas
El martes amaneció un día muy feo, con frío, niebla y amenazando lluvia. Pero el martes día 6 hacía ya dos semanas que no salía en moto y podía ser el comienzo de otro período largo sin que pudiera hacerlo. Así que el martes día 6, bien de mañana, inicié el rito previo a cualquier salida: la ropa adecuada ; desayuno cargado de carbohidratos; comprobación de mapas, baterías,... y, finalmente, salgo del garaje mirando al cielo una vez más y retorciendo el gesto por lo que estaba viendo: no hacía demasiado frío, no llovía, pero la niebla era intensa en el centro de la ciudad.
Inicio la ruta y la visibilidad empeora, pero ¡voy a avanzar un poco más a ver si esto cambia! me digo, y conforme consumo los primeros kilómetros apenas veo más allá de cincuenta metros, el parabrisas está mojado como si de lluvia se tratara, mi ropa empieza a humedecerse y la visera se empaña. ¡Regresa inmediatamente¡, es lo que me dice mi cabeza pero el cuerpo me dice que siga; así que puse de acuerdo a ambos: sigo, pero con sobredosis de cordura y atención en la conducción. Total, que cuando llego a este punto, también he llegado a un punto de no retorno, así que la vuelta ya no era opción lógica, miro hacia adelante, alargo la vista, recoloco el cuerpo en el sillín y empieza el viaje.
Voy a hacer una ruta a la que he llamado "de las carreteras olvidadas" porque se trata de transitar por viejos trazados, casi en desuso y con la duda de si seguirán existiendo algunos de ellos. A la vista de lo que luego observé, comprobé que sí existen todas las rutas previstas, pero, ciertamente, en algunos casos están agonizando, dejadas a su suerte, sin que se les preste ninguna atención. Pero, eso es justamente lo que buscaba con la ilusión de que me depararan alguna sorpresa, me regalasen la vista con bonitos y solitarios parajes, me procurasen alguna vivencia,... en fin, que me alegrasen el día y que justificaran el haber salido en estas condiciones. Y así fue.
El camino empieza en la localidad de Feria. Desde mucho antes de llegar a ella, normalmente se puede divisar su elevado castillo; pero en esta ocasión lo que se vislumbraba desde la distancia eran sus torres rodeadas de una espesa niebla. Inicio la subida, callejeo entre sus empinadas calles buscando el principio de la primera carretera y de pronto, como por un milagro, desaparece la niebla y no la observo tampoco en la lejanía, de hecho ya no volvería a verla hasta pasadas unas horas. No es que el día se tornara soleado, pero un cielo nublado me permitía ver alrededor a lo lejos.
La
carretera que voy a iniciar corre entre Feria y Salvatierra según los
mapas oficiales, y su denominación es BA-3028, pero, de hecho me lleva
directamente hasta Burguillos del Cerro. Recorre entre encinares la
Sierra Vieja, es sinuosa, con constantes subidas y bajadas. A sus lados
todo es dehesa y el silencio está presente en todo el recorrido, tanto
que a veces creía no tener derecho a romperlo con el sonido de mi
motor. Esta es una muestra de cómo es:
Poco antes de llegar a Burguillos se impone una pequeña parada para contemplar su castillo y su torre de la iglesia. A la entrada de este pueblo aconteció lo que más adelante contaré -como dirían los clásicos- por creer que merece párrafo aparte y por no desviar la atención del relato principal.
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Vista de Burguillos del Cerro |
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Carretera de Burguillos a Valverde de Burguillos |
Sigo el camino dejando atrás Valverde y enfilando la carretera que me habría de llevar a Valencia del Ventoso, denominada BA-V-3011. El relieve, el paisaje, el firme y el trazado no habrían de variar mucho. Comparte con los anteriores tramos la característica del silencio, al que ahora empiezo a añadir otra que tampoco me abandonará en muchos kilómetros, la soledad. En lo que llevo de camino no recuerdo haberme cruzado ni visto a nadie más; ni a gente del lugar ni, desde luego, a viajero alguno. A veces, a lo lejos he sentido el ladrar de perros y me ha parecido ver a algún cazador. Esta sensación de soledad me ha preocupado en algún momento, cuando, como todos, me preguntaba qué sucedería en caso de avería o accidente por estos lugares. Pero ese fugaz pensamiento solo sirve para acrecentar el cuidado en la conducción. Esta es una ruta "contemplativa", prima el "ver cosas" por encima de otras sensaciones sobre la moto que son deseadas en otras circunstancias.
Dejando
atrás Valencia del Ventoso empieza el tramo más largo de la jornada, el
que tiene como destino Calera de León. Es un recorrido zigzagueante,
cambiando de una carretera a otra. Sigue el silencio, sigue la soledad,
sigo disfrutando conduciendo a baja velocidad cómodamente asentado en mi
moto. Acerté en la elección de la ropa y me siento a gusto, dedicado a
observar la vida silvestre de mi alrededor. En la carretera, y junto a
ella, veo aves de diversos tamaños, cerca del agua veo a las elegantes
garzas, a veces se cruzan zorros en mi camino y un ejército de conejos
parece perseguirme quizás huyendo de los perros; las vacas a veces son
blancas a veces son rojas. Cerca de Calera de León la carretera discurre
entre cercas hechas con piedras secas que siguen un trazado que, a
veces, parece imposible. Regresa el encinar, pero ahora crece libremente
entre monte bajo, la vegetación es intensa y parece descuidada.
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Carretera BA-109 |
Por si fuera poco, la carretera dispone de un pequeño merendero con unas hermosas vistas de la sierra onubense. Este es un sitio excelente para instalarme con mi fiambrera y reponer fuerzas.
Con el cuerpo entonado me dirijo hacia Cabeza La Vaca, donde existe una peculiar Oficina de Información turística en la Plaza de Toros, la cual está catalogada como Monumento Histórico Artístico en Extremadura.
El
siguiente punto de paso: Bodonal de la Sierra, pero dejando a mi
izquierda el camino "normal" que pasaría por Segura de León y tomando
una ruta en dirección norte que enlaza con la EX-202. Este desvío lo
tomé a pesar de la oposición de mi navegador, el cual insistentemente me
decía que estaba equivocado, que aquello era un camino sin asfaltar
que no me llevaba a ningún sitio. Pero ¡¡ vaya si me llevaba a sitios!!!
En esta ocasión hice caso a mi sistema de navegación "alternativo" (un papel pegado al parabrisas) y así pude transitar por uno de los tramos que me
pareció más bello de toda la jornada. Esta es una muestra de ese camino:
Ahora
las vacas blancas y rojas se han transformado, ahora veo "vacas
negras" que en realidad son bellísimos ejemplares de toros de lidia. A
veces entre los toros y yo había una endeble cerca con palos y alambres
que me parece a mi que mal resistirian una embestida de
trescientos-cuatrocientos kilos de toro enfadado; pero confío en mi
suerte y me detengo largo rato a mirarlos. Después de unos primeros
instantes en que me miraban todos, decidieron ignorarme y siguieron a
sus cosas: un enorme semental mugía y por encima de
todos, los dos erales de la fotografía siguieron con su simulación de
pelea, los más pequeños correteaban y sus madres pacían. En fin, todo un
espectáculo. Esta parada tan larga me hizo tener que modificar la
última parte de la ruta para evitar la caída del sol.
Después
de otro tramo de enlace que me lleva hasta Fregenal de la Sierra,
enfilo la última "carretera olvidada" del día que transcurre entre
Fregenal y Jerez de los Caballeros y se denomina "Camino de Jerez a
Higuera la Real". Otra vez encinares, subidas y bajadas por pequeñas
lomas y soledad, de nuevo.
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Camino de Jerez a Higuera la Real |
En
esta carretera hice el único adelantamiento de la jornada, pero antes
de rebasarlo contuve la marcha solo por el placer de ver con que
elegancia montaba este hombre a pesar de la poco elegancia que se le
supone a su montura (lástima que una foto no pueda recoger esta
apreciación):
Una
vez en Jerez decidí dar por terminada la "ruta de las carreteras
olvidadas" debido al retraso que llevaba. Decidí que desde allí podía
llegar rápidamente a casa por la N-435 y así lo hice, circulando rápido
hasta que llegué a Barcarrota donde me esperaba la ya olvidada niebla,
más intensa que por la mañana si cabe, y aliada con la semioscuridad del
atardecer. Esta vez agradecí que la ahora reproducida batalla matutina
entre cabeza y cuerpo la ganara ahora la primera, lo que me hizo llegar a
casa a una hora prudente.

Saludos.
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