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El "Arcanjo", en Vilaq Nova de Milfontes |
Toda la costa vicentina puede ser recorrida por asfalto, si bien la entrada a algunas playas se hace por pistas de tierra o cemento perfectamente adecuadas para cualquier moto; de hecho, una de las motos del grupo era una RT y compartió casi toda la ruta y durante todo el día nos cruzamos con motos de todo tipo.
Empezamos, como dije, en Milfontes, concretamente en el estuario del río Mira, en un bellísimo Mirador presidido por una enigmática y extraña escultura: el "Arcanjo" del escultor Aureliano de Aguiar y realizada como llamada de atención “pelo planeta que se desfaz”.
Tras obtener otra vista de Milfontes desde el otro lado del estuario nos dirigimos al primer "punto fuerte" de la jornada: el Cabo Sardao; tomando así el primer contacto con la escarpada costa vicentina e iniciando desde allí un tramo de pista de aproximadamente 8-10 km., de los cuales la mitad estaban cubiertos por una finísima arena, consiguiendo así, ponernos en aprietos a algunos; si bien, a favor de este recorrido hay que decir que transcurre justo en el borde de un acantilado, a escasos metros de él, dándole, por tanto, su toque de emoción y, por supuesto, ofreciéndonos unas vistas espectaculares aunque la pista no permitía mirar demasiado a los lados. Antes de iniciarla, Luís nos dijo que era fácil aunque, eso sí, había que hacerla en primera y segunda y con cuidado. Esto demuestra una vez más lo que vengo sosteniendo: que el concepto fácil/difícil en portugués difiere mucho del mismo concepto en español. Pero, repito, es un tramo espectacular que repetiría sin duda (y sin maletas y sin equipaje y sin la rueda trasera gastada). A continuación dejo un mapa para situar la mencionada pista:
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Río Seixe, junto a Odeceixe. |
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Praia do Odeceixe. |
El propio pueblo es un pueblo blanco con notas azules; situado a un lado, como no queriendo estorbar a la mirada pero por eso mismo proporcionando una bonita atalaya desde donde disfrutar de lo que te ofrece. Sí, sin duda es uno de esos lugares que te hacen volver la cabeza cuando te alejas. Parte del grupo pasó por él sin detenerse, pero Joao me hizo una indicación para dar la vuelta y regresar para dedicarle más atención, obtener algunas fotos más cuidadas y darme alguna explicación sobre el lugar, de ahí mis impresiones anteriores.
Las horas iban transcurriendo deprisa pero el cuenta kilómetros lo iba haciendo despacio; nos estábamos atrasando demasiado. Prisas no había, pero sí había que recordar uno de los objetivos de la ruta: llegar al Cabo de San Vicente a tiempo para ver la puesta del sol. Por tanto continuamos despacio, disfrutando de las vistas, pero dejando algunas paradas para otra ocasión. De esta manera llegamos a Aljezur y visitamos su castillo. Quien crea que las trialeras solo están en el campo, que
visite este castillo subiendo por el casco urbano: una pendiente imposible, revirada, sobre adoquines y sorteando viandantes que se paran en mitad de la trazada para mirarnos; realmente emocionante.
El siguiente punto de interés era la zona de Carrapateira, el cual, junto a Odeceixe y Sagres, me parecieron los puntos de visita obligada. La playa está junto al pueblo del mismo nombre y después de ella, en dirección sur, se toma otra pista de tierra que bordea la costa junto a grandiosos acantilados. La pista es de tierra dura y sin dificultades. Aquí y allá hay muchos miradores acondicionados sobre el litoral. Este tramo, corto, hubiera necesitado mucho más tiempo; incluso hubiera exigido parar la moto e internarse por alguna de sus pasarelas de madera hasta el borde de la tierra, pero ahora ya había prisas, estábamos casi en carrera contra el sol antes de que éste se ocultara por lo que, desde aquí nos fuimos directamente a Sagres.
Llegamos al camping muy justitos de tiempo; instalamos las tiendas muy deprisa, nos despedimos de Luís y rápidamente fuimos al Cabo de San Vicente que era el verdadero objetivo del viaje, pero que se convirtió en un punto de interés más en él, ya que todo lo que estábamos viendo hubiera justificado por sí solo el trayecto. Pues bien, gracias a ir en moto pudimos llegar hasta el mismísimo faro y encontrar un hueco privilegiado para admirar la puesta del sol. Había mucha gente y tal y como nos había anticipado Joao, la mayoría españoles. Parece que lo típico es (y así vimos a algunos) beber vino durante esos instantes; había pareja de enamorados abrazados, madres de la mano de sus hijos, solitarios, gente con una sonrisa indefinible,.. Durante los últimos minutos de vida del sol imperaba el silencio entre los asistentes a tan bonito espectáculo; quizás habría alguien lamentando que el sol nos dejara; otros, tal vez, alegrándose de que en ese mismo instante alguien estaría disfrutando del
amanecer en otro lugar del planeta o, ¿quien sabe? alguien, tal vez, dando las gracias al sol por habernos permitido vivir un día más. En fin, que fue un bonito momento.
La diferencia horaria con Portugal estaba a nuestro favor y nos permitió de disponer de tiempo suficiente para cenar al modo portugués. Lo hicimos en el restaurante Gigi en Sagres, fuera del ambiente turístico. Nos decantamos por los arroces caldosos: dos magníficos arroces, uno con marisco y otro con tres peixes, seguidos de postres caseros típicos y en mi caso, regado con vino blanco, a falta de vinho verde. Unos cafés, planificación de la ruta del día siguiente y a dormir.
Domingo por la mañana, espléndido día soleado con una temperatura contenida; condiciones ambientales perfectas para ir en moto. Empezamos el día regresando al Cabo para verlo durante el día y allí surgió la segunda incidencia misteriosa del viaje: mi moto arrancaba pero no mantenía el ralentí y se paraba; así que manteniendo el gas con el puño rodé unos minutos y a partir de ahí todo siguió con normalidad y otra vez el debate: batería, fallo eléctrico, alternador, ... no sabemos. Sin abandonar Sagres visitamos su histórica Fortaleza y recorrimos andando su entorno; allí vimos a los primeros pescadores de litoral con sus cañas al borde de precipicios que daban miedo.
Esta visita se prolongo mucho y nos deshizo los planes previstos; así que lo siguiente fue regresar a Aljezur y desde ahí iniciar una ruta de montaña interior que nos llevaría al alto de Foia, el punto más elevado del Algarve. Este tramo tiene cientos,.. no, miles de curvas por unas carreteras estrechas pero en buen estado. En el Alto de Foia nos planteamos si era hora de comer o no, según el horario portugués o español. Decidimos improvisar una comida "de campaña" para ganar tiempo. Degustamos el estupendo queso y chorizo que aportó Joao (si es que, una vez más, digo que el Alenteijo y Extremadura son casi lo mismo). Adviértase que cuando en esta crónica me he referido a comidas no he usado el adjetivo "exquisito". Joao nos explicó que ese término tiene en portugués un significado muy distinto al que tiene en español; se le aplica a los hombres cuando de ellos se quiere resaltar su "amaneramiento"; por lo tanto hablar de un "exquisito chorizo" puede resultar malsonante. Después más curvas hasta Monchique y Sao Marcos da Serra, tras lo cual más curvas hasta salir de la región de Faro en dirección a Beja, donde se quedó Joao después de que José Carlos trazara su propio rumbo hacia Sevilla.
Un pequeño vídeo de Joao explicando la ruta:
Lo dicho. Estupendo fin de semana en moto recorriendo una desconocida región llena de atractivos. Yo, que estoy convencido de que la mejor manera de viajar es hacerlo en solitario y manteniendo tal posición tengo ahora que reconocerle a este viaje en grupo el ser una muy señalada excepción. Yo he disfrutado mucho haciéndolo así e intuyo que el resto del grupo, siendo fiel a sus comentarios, también.
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