La Sierra de Aroche, Huelva.
Extremadura
se me ha quedado pequeña en cuanto a rutas en moto se refiere.
Prácticamente, he realizado todas sus grandes rutas, así que ahora estoy
"descendiendo al detalle" y buscando sitios muy concretos, del estilo
de la anterior, que fue un paseo por la Sierra de San Pedro; pero, de
vez en cuando, como ha sucedido hoy, salgo de la Comunidad para ver
sitios cercanos a ella y, en gran medida, muy relacionados.
El
"plato fuerte" comienza tras dejar Encinasola en dirección a Barrancos y
desviarse hacia Aroche, poco antes de cruzar la frontera, por la
carretera H-9003. Desde su inicio, ésta carretera empieza una
espectacular subida por un asfalto en condiciones regulares que nos va
dejando estupendas vistas: a la derecha, a lo lejos y en lo alto, se
puede ver el pueblo portugués de Barrancos y a nuestra izquierda vemos
las últimas cumbres de la Sierra de Aracena antes de convertirse en el
Paraje natural hoy visitado. A poca distancia del cruce hay un Mirador
debidamente señalizado, pero subir a él en moto solo sería posible para
motos enduro, así que lo aconsejable es subir el centenar de metros que
nos separa del punto.
A
grandes rasgos, la ruta ha consistido en ir a la
localidad de Aroche, en Huelva; recorrer desde allí parte del Paraje
Natural llamado Sierra Pelada y Rivera del Aserrador y regresar por
Portugal pegado a "la Raya" (frontera).
La ruta completa está en Wikiloc y puede accederse a ella desde la sección "Mapas de rutas" de este blog o bien pinchando aquí.
La
parte extremeña del recorrido ha discurrido por una zona de
espectaculares dehesas, con avistamiento continúo de la fauna local,
doméstica (cerdos, toros, caballos, vacas) y salvaje (muchas rapaces).
Ahora el campo está verde, manchado de flores leguminosas con
espectaculares coloridos y con la jara comenzando a florecer.
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Principio de la carretera H-9003. Al fondo, Barrancos. |
Tras
estos kilómetros iniciales, la carretera continúa hasta Aroche ya
ofreciéndonos un buen asfalto. Ahora ya circulamos por un llano entre
encinas.
Dejamos
Aroche a nuestra izquierda e iniciamos la parte de pistas de la
jornada. Se hace a través de un Camino Forestal perfectamente
señalizado. La pista no tiene casi ninguna dificultad técnica y es apta
para cualquier moto trail. Digo casi porque, a veces, hay pronunciados
descensos por firme cubierto de gravilla y piedrecitas sueltas; pero
nada que no se pueda solucionar conduciendo moderamente en marchas
cortas. Una constante durante los 40 km. de este recorrido son los
desniveles y barrancos junto a la pista, lo que proporciona
espectaculares vistas. Concretamente, hay un punto señalizado como
Mirador desde el que puede verse casi toda la zona del Andévalo. Otra
constante es circular entre pinos y, sobre todo, eucaliptos; habiendo de
tenerse cuidado con los posibles trozos de madera que se ven en medio
de la pista, así como "manchas" de cortezas que, si te sorprenden,
pueden hacer "bailar" la moto.
En
el último tercio de la pista puede elegirse continuar hacia la
población de Cabezas Rubias o hacia la de Santa Bárbara de Casa; siendo
ésta la elegida hoy. Desde aquí se inicia ahora otro espectacular
recorrido, pero por asfalto: la carretera A-495 hacia Rosal de la
Frontera. Cuando acaba de hacerse un recorrido por tierra en el que se
ha empleado una hora y media para salvar 40 km. y el viajero se
encuentra con una carretera de firme y trazado perfecto, con curvas
rápidas que no engañan, y, otra vez, por un paraje espectacular;
entonces el viajero duda entre ir rápido, para compensar la lentitud de
la tierra, o ir despacio y continuar "mirando el paisaje". En esta
ocasión, mi opción fue.... ¿?
A
estas alturas estoy en Rosal de la Frontera; la climatología es
perfecta y no sé si tengo hambre o no; si es hora de comer o no... el
cambio de horario me tiene desorientado: Sigo las indicaciones de mi
cuerpo y paro en una zona de merenderos para comer que está a la salida
de Rosal en dirección Portugal. Ahí me doy cuenta que he perdido el
tapón de la botella de agua y, por tanto, se ha vaciado. Es curioso, no
había tenido sed o necesidad de beber hasta ese momento en el que me doy
cuenta de que si quiero beber, no puedo. Así que compro agua y como, y
lo hago viendo a unos toros que pastan a lo lejos y que dejan de pastar
cuando trato de acercarme para fotografiarlos y me miran fíjamente.
Curiosamente, estaban a unos 80 ó 100 metros, pero estaban pendientes de
mí. Algo parecido me pasó durante el regreso, cerca de Cheles
(Badajoz): estaban unos toros comiendo cerca de la carretera y dado que
había una sólida valla me paré a mirarlos; pues bien, dos de ellos se me
encararon y durante unos minutos(digo bien, minutos) nos miramos
mutuamente, no pareciéndome agresiva su mirada, sino pareciéndome tan de
curiosidad como la mía hacia ellos hasta que primero el negro y después
el marrón se volvieron y siguieron comiendo ¡un bonito momento, sin
duda!
Tras
la comida inicio el tramo portugués de la ruta. Decía al principio de
este escrito que parte del recorrido estaba relacionado con las rutas
extremeñas y al escribir eso estaba pensando en algo que tantas veces he
comprobado, que las diferencias entre esta parte de Extremadura y su
vecina portuguesa son mínimas; eso cuando las hay, porque, a veces, ni
siquiera por el idioma o por los acentos sabe uno muy bien en qué parte
de "la raya" está; y, por supuesto, siendo casi inexistentes las
diferencias paisajísticas: a modo de ejemplo, la diferencia entre los
cortijos y las "heredades" que pude ver son casi imperceptibles, solo
conociendo el gusto portugués por el color azul o el ocre para acompañar
al blanco de sus edificios puede tenerse "una pista". Pasé por las
poblaciones de Sobral da Adiça, Safara y Amareleja y perfectamente
pueden pasar por cualquiera de los pueblos blancos del otro lado, a no
ser que el observador curioso se fije en las chimeneas portuguesas. ¿Y
que decir de Barrancos? la cuna del verdadero "portuñol" y a la que tantos españoles deben la vida en aquellos tiempos oscuros de nuestra guerra civil.
Concluyendo,...
para mí ha sido una bonita, entretenida y variada ruta; sin incidentes,
sin sustos, sin prisas,... disfrutando con la vista y con el olfato y
con el placer de conducir.
Finalmente, en especial para los lectores extremeños que quieran conocer algo más sobre "la raya", una recomendación literaria. Se trata del libro "La frontera que nunca existió", del extremeño Alonso de La Torre, publicado en 2006 por la Editora Regional de Extremadura. El libro ya no es fácil conseguir, pero también puede verse algo al respecto en el blog del autor. Blog del autor del libro recomendado
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